
Túpac Amaru era de importante genealogía. José Gabriel Condorcanqui Noguera o Túpac Amaru era de origen ilustre. Estaba aferrado a la más alta y limpia tradición de los jefes incaicos. Su prestigio resonaba, como un eco del fervor y adhesión que despertaron los gobiernos de sus antepasados. Recibió una vivaz formación cultural, de acuerdo con las precariedades del tiempo. Llegó a escuchar en la Universidad de San Marcos lecciones de arte.
"Física y espiritualmente, José Gabriel representaba al mestizo". Su actitud era humanamente noble, inclinada a la ayuda de su raza. Su vocación de servicio le llevaba a colaborar permanentemente, en la solución de las dificultades de los menesterosos. Cada vez que un indio padecía una injusticia, O era apremiado para el pago de impuestos excesivos, Túpac Amaru aparecía buscando aminorar la aplicación de la inclemente sentencia o socorriendo, con largueza, a quien estaba sitiado por los recaudadores exigentes. Su mano era pródiga.
Túpac Amaru era arriero. Este admirable varón estuvo al trote de sus recuas, midiendo palmo a palmo su tierra. Oyendo relatos escalofriantes de cómo el sufrimiento se hincaba en el mitayo: sabiendo cómo operaban los repartos de indios, presenciando las cargas excesivas que reclamaban corregidores y gamonales. El iba de fonda en fonda adivinando ese hondo rumor de soledad que agitaba, con pavor, el alma de criollo americano. Y en torno de él se iban aglutinando mestizos, indios, pardos Todos encontraban en su silencio, en su introvertido mundo, un sitio para que llegara su adjetivo de protesta. Su corazón se iba ampliando en vórtices de angustia en sus frecuentes viajes.
El arriero es un ser de distancias y meditaciones. Al paso lento de sus animales, va mirando el paisaje, confundiéndose con él, y reflexionando sobre los motivos que advierte y presiente. El es el correo natural en las primeras épocas de América. Además quien comunica la crónica de comarca en comarca y la estimula en la hablilla en torno al fogón improvisado al pie de la carpa protectora. Primitivamente era quien se encontraba con mejores oportunidades para conocer la realidad de un territorio, el ánimo de sus habitantes, la congoja de su estirpe. El arriero, era persona de fiar, pues toda la riqueza de una sociedad pasaba por sus manos. Por ellas, también, iban las cartas de amor, las razones que aseguraban un negocio y los papeles que garantizaban futuros cumplimientos. En nuestros días aparece como un héroe mítico, pues su honradez era proverbial. Alguien sostenía que los seguros para las mercancías sólo se crearon cuando se cambió el sistema de transporte de la arriería. José Gabriel Túpac Amaru pertenecía a esta orden magnífica, que lentamente fue ayudando a la conformación de la unidad nacional en cada país. Su estampa alta, endurecida en su oficio, se iba destacando a su paso por los caseríos. Meditando, detrás del lento avance de las acémilas, iba uniendo todos los ovillos, de miseria y de extorsión, de que estaban zurcidas las reseñas campesinas.
¿ Cómo era nuestro personaje? Valcárcel hace una descripción que no debemos eludir en estas líneas:
"Sobre la persona física del caudillo, su sociabilidad y su espíritu, ha quedado una versión directa y otra indirecta. Era Túpac Amaru un hombre más bien alto, grueso pero "con proporción muy regular, 'los ojos negrísimos, penetrantes y mayores que los comunes entre los naturales, la nariz aguileña y la barba de obstinado, el pelo largo, signo de distinción entre la nobleza autóctona, y la piel muy clara para indio pero oscura para un peninsular. Las Personas que lo vieron hablaban de su agradable fisonomía. Se asegura que su retrato fue pintado por el zambo Oblitas, antiguo esclavo del corregidor Arriaga, fervoroso partidario de la rebelión".
"En su vestir mostraba elegancia y pulcro esmero, viviendo su familia con mucha comodidad. Lucía trajes a la moda, confeccionados con el más fino terciopelo. Se le describe llevando casaca, calzón corto, camisa bordada y chaleco "hilado de oro tejido", medias de seda blancas y zapatos que lucían grandes hebillas de oro. Sobre la casaca poníase el uncu de lana, mostrando bordados de oro en fondo morado, donde se descubrían las armas de sus antepasados. En los hombros veíanse dos hondas tejidas en seda, entrecruzadas en forma de banda, y otra que le envolvía la cintura. Completaba su indumentaria un sombrero de tres picos, una pluma al costado y en la copa una pequeña cruz de paja o chilligua".
"Sus maneras externas tenían dignidad y cortesanía para los superiores, tanto como benevolencia y seriedad para con los subordinados. Hablaba el castellano en forma perfecta y el quechua con gracia muy especial. Franco y agradable con sus amigos Íntimos, tenía poquísimo sufrimiento ante las impertinencias de los extraños y no desperdiciaba ocasión de retornar las ofensas. El sobrino del corregidor Arriaga decía que Túpac Amaru era indio muy orgulloso de su origen noble. Sin embargo, esta expresión de rango personal no se trocó en pedantería ni en odio racista; y si persiguió a corregidores y oficiales de la Real Hacienda, lo hacía como sanción por los abusos que cometían contra los indios y por sus defraudaciones a las arcas reales. Por esto, las cartas y proclamas futuras del jefe rebelde estarán plenas de un deseo de colaboración, sin distingos de razas, actitud que contrasta fuertemente con el pensamiento de sus principales capitanes y con el sentir de la masa indígena que lo sostenía. Los que trataron más de cerca al cacique alzado, señalan la majestad de su semblante y la natural severidad en su gesto y acciones. Un interior apasionado moraba bajo la aparente tranquilidad externa".
¿ Cómo era nuestro personaje? Valcárcel hace una descripción que no debemos eludir en estas líneas:
"Sobre la persona física del caudillo, su sociabilidad y su espíritu, ha quedado una versión directa y otra indirecta. Era Túpac Amaru un hombre más bien alto, grueso pero "con proporción muy regular, 'los ojos negrísimos, penetrantes y mayores que los comunes entre los naturales, la nariz aguileña y la barba de obstinado, el pelo largo, signo de distinción entre la nobleza autóctona, y la piel muy clara para indio pero oscura para un peninsular. Las Personas que lo vieron hablaban de su agradable fisonomía. Se asegura que su retrato fue pintado por el zambo Oblitas, antiguo esclavo del corregidor Arriaga, fervoroso partidario de la rebelión".
"En su vestir mostraba elegancia y pulcro esmero, viviendo su familia con mucha comodidad. Lucía trajes a la moda, confeccionados con el más fino terciopelo. Se le describe llevando casaca, calzón corto, camisa bordada y chaleco "hilado de oro tejido", medias de seda blancas y zapatos que lucían grandes hebillas de oro. Sobre la casaca poníase el uncu de lana, mostrando bordados de oro en fondo morado, donde se descubrían las armas de sus antepasados. En los hombros veíanse dos hondas tejidas en seda, entrecruzadas en forma de banda, y otra que le envolvía la cintura. Completaba su indumentaria un sombrero de tres picos, una pluma al costado y en la copa una pequeña cruz de paja o chilligua".
"Sus maneras externas tenían dignidad y cortesanía para los superiores, tanto como benevolencia y seriedad para con los subordinados. Hablaba el castellano en forma perfecta y el quechua con gracia muy especial. Franco y agradable con sus amigos Íntimos, tenía poquísimo sufrimiento ante las impertinencias de los extraños y no desperdiciaba ocasión de retornar las ofensas. El sobrino del corregidor Arriaga decía que Túpac Amaru era indio muy orgulloso de su origen noble. Sin embargo, esta expresión de rango personal no se trocó en pedantería ni en odio racista; y si persiguió a corregidores y oficiales de la Real Hacienda, lo hacía como sanción por los abusos que cometían contra los indios y por sus defraudaciones a las arcas reales. Por esto, las cartas y proclamas futuras del jefe rebelde estarán plenas de un deseo de colaboración, sin distingos de razas, actitud que contrasta fuertemente con el pensamiento de sus principales capitanes y con el sentir de la masa indígena que lo sostenía. Los que trataron más de cerca al cacique alzado, señalan la majestad de su semblante y la natural severidad en su gesto y acciones. Un interior apasionado moraba bajo la aparente tranquilidad externa".
¿Qué relación, podría indagar el lector, hay entre este cacique de Pampamarca, Surima y Tungasuca, y "La Revolución Económica de 1850", que se cumplió en Colombia? En verdad que el interrogante tiene su hondo y serio interés. Túpac Amaru se vuelve un símbolo. Si nosotroa seguimos nuestra historia con atención, y especialmente la de los Comuneros, hallamos que sus consignas van impulsando el viento de rebeldía, con un aire de dignidad y franqueza audaz en todos los mestizos. Y advertimos que va recibiendo consagraciones de admiración. En Silos, un pueblecito del Norte de Santander, el 24 de mayo de 1781, se promulgó un bando de Túpac Amaru y se le juró obediencia como Emperador de América. En Neiva, cuando el gobernador trata de debelar el motín, los indios, negros y mestizos le contestan que obran inspirados por Túpac "Amaro". Y en su nombre los degüel1a. En Santa Fe, Jorge Tadeo Lozano hace circular los romances escritos en torno a su acción y en los villorios los recitan con tono beligerante. Y a un joyero del Perú, que le llegan las proclamas y versos que cruzan por su tierra, cuando el pronunciamiento de Tinta, se le vigila como un representante directo del Inca. Túpac Amaru va cubriendo con su valor y su leyenda, todos los caminos americanos. Va haciendo resurgir en la conciencia de los labriegos el derecho a librar su tierra, y su existencia, de todas las trabas políticas y económicas impuestas por la metrópoli. Sus postulados son los mismos que pregonaron aquí los Comuneros, en el Socorro; sus principios Son idénticos a los que iluminan de resplandor creador a la Independencia. Su sentido económico de la libertad, es el que viene a culminar en 1850, en Nueva Granada, con la primera reforma fundamental del sistema tributario de la Colonia.
Todos los hechos sociales coinciden, en América, en el siglo XVIII. Ya hemos visto en los capítulos anteriores cómo por todos los medios, el criollo busca manifestar el acento propio de su personalidad. Principia a reclamar, no sólo mejores condiciones económicas, sino mayor capacidad política. Es un aliento de grandeza y de libertad el que atraviesa su alma. Claro que todo es lento. Se llevarán años, muchos días antes de cumplirse mínima parte de ese programa revolucionario:
"El trecho que espacia la idea revolucionaria de la acción revolucionaria en América, por su trascendentalismo gigante, hubo de abarcar ancho trozo de tiempo y quizás todo el siglo XVIII. Efectivamente no es posible negar a todo el siglo XVIII, en Iberoamérica, un incubado espíritu de subterránea rebeldía. Rebeldía sofocada, polarizada, por ejemplo, en 1780 por Túpac Amaru, pero rebeldía al fin. Y la atmósfera social que descubre en la intrahistoria -de que habla Unamuno- es casualmente de polo insurrecto. Insurrección por la reconquista de la tierra. Insurrección espiritual y telúrica. Insurrección por la reconquista de América, brutalmente sojuzgada por el español y por el portugués".
Este es el sentido de la revuelta de Túpac Amaru. La situaci6n econ6mica era la misma para toda la América conquistada por España. El corregidor, que impartía justicia y cobraba los tributos, recibi6 para la mitad del siglo XVIII autorización de Fernando VI para comerciar en las provincias. La tenaza de opresión económica de esa manera quedaba cerrada. Un arriero, como Túpac Amaru, irá presintiendo, y comprobando, por propia observación, cómo el círculo de la miseria crece a través de esos métodos de expoliación.
Para ayudar al corregidor estaba el cacique o curaca, que era institución de origen indígena. Se había conservado para que sirviera de enlace: el tributo así se podría recaudar más fácilmente y el servicio personal en la mita no se rehusaría. España aprovechaba una organización que favorecía sus intereses.
Para ayudar al corregidor estaba el cacique o curaca, que era institución de origen indígena. Se había conservado para que sirviera de enlace: el tributo así se podría recaudar más fácilmente y el servicio personal en la mita no se rehusaría. España aprovechaba una organización que favorecía sus intereses.
Venía a operar sobre la raza con la eficacia destructora, la encomienda y la mita. En el Perú, a la llegada de Pizarro, se contaban diez millones de indios. A los tres siglos de dominación, el censo arrojaba un millón. El sistema agrario de los naturales era el colectivismo. Ello se sustituyó por un tipo de propiedad feudal individualista, que impedía el cultivo y rompía con el proceso de industrialización. El encomendero nació como una consecuencia del arrasamiento económico producido por el conquistador. En vista de que el indio no tenía recursos para pagar el tributo, se buscó que compensara con servicios personales. Era una gracia que se dispensaba a los "servidores de América", según la Real Cédula de Felipe II, del año de 1576. Se daba por una vida, es decir, por el tiempo que 'durara el encomendero. Pero en ocasiones se extendía a dos o tres generaciones. De esa manera una o más tribus debían entregar su capacidad de rendimiento a ese nuevo tipo de esclavitud. Inicialmente no se pensó en una relación de dependencia de las personas y de las tierras de los indios, al encomendero. Pero en la práctica sí ocurrió. La pobreza del indio llevaba al pago individual del gravamen. También, así, se fue produciendo la apropiación de la tierra por el encomendero.
La mita fue una deformación del régimen incaico. Los indios, por tribus, explotaban las minas para el servicio público y otras necesidades colectivas. Luego, para hacer la colonización iban de un punto a otro, enseñando a laborar la tierra y mejorando las condiciones de trabajo de tribus inferiores. Los españoles hicieron la incorporación de ese método, por medio de la disposición de 17 de julio de 1622, en favor del encomendero, para no perder sus tributos. Y no sólo debían 'borar en el fundo del encomendero o en la mina, sino que aquél podía alquilar la mano de obra cuando no tenía en que emplear al indígena por suficiente tiempo. Es otra monstruosidad humana que favorecía a curacas y autoridades.
Zubieta Zagarnaga condena la mita en palabras que descubren su horror:
Zubieta Zagarnaga condena la mita en palabras que descubren su horror:
"La mita fue lo más horrendo y torturador que pueda concebirse. Una raza entera, rindió su vida miserablemente a la avaricia colonial. El socavón, la mazmorra, el látigo, la entraña traicionera del cerro, la molienda, los trabajos forzados. Ocho millones de indios quechuas y aymaras se tragó el cerro".
Podríamos reproducir el mismo cuadro descrito al tratar de la inquietud económica de la protesta de los Comuneros. Sería posible enumerar, siguiendo las leyes de Indias, las mismas desazones para cada uno de los países que luego han venido a formar nuestro continente. Pero la desesperación crece, el malestar se ahonda, taladrando con su angustia todos los espíritus. Veamos en breves líneas cómo la resistencia fue permanente galardón de la raza indígena. Ella se condecoro con episodios que deben ser levantados como ejemplos de carácter, como verdaderos manifiestos de coraje:
Podríamos reproducir el mismo cuadro descrito al tratar de la inquietud económica de la protesta de los Comuneros. Sería posible enumerar, siguiendo las leyes de Indias, las mismas desazones para cada uno de los países que luego han venido a formar nuestro continente. Pero la desesperación crece, el malestar se ahonda, taladrando con su angustia todos los espíritus. Veamos en breves líneas cómo la resistencia fue permanente galardón de la raza indígena. Ella se condecoro con episodios que deben ser levantados como ejemplos de carácter, como verdaderos manifiestos de coraje:
"Históricamente, el hombre autóctono había sido externamente vencido pero no absorbido y ni siquiera del todo dominado. La acción de los indios aparece desde el comienzo de la conquista y está simbolizada en la actitud de de Chalcuchímac, dejándose quemar en la hoguera antes que abjurar de sus dioses tutelares. La posterior reacción de Manco II fue altivamente continuada en Vilcabamba, hasta los tiempos del Virrey Toledo en 1572. Ya desde 1565 existen noticias acerca de un levantamiento que debía abarcar la totalidad de las provincias. Un peninsular comunicó la noticia a las autoridades de Lima, señalando cómo el golpe debía comenzar el jueves santo "al tiempo que anduviesen las procesiones de la disciplina por las calles". Una nueva conjuración fue descubierta en Lima el año 1666; los conjurados pretendían incendiar la ciudad por diferentes partes y provocar el anegamiento de un sector de la población. En 1742, Juan Santos Atahualpa se levantaba en las montañas de Chanchamayo y moría sin haber sido derrotado, de ahí que en las leyendas de los naturales perdurase la creencia en su resurrección. Finalmente, en 1750 brotaba en Lima una conjuración. Habiendo sido delatada, uno de los comprometidos se levantó en Huarochirí; y aun cuando fracasó, las autoridades quedaron muy alarmadas por un alzamiento tan próximo al foco del poder español. Esta mención sucinta acre. dita la constante resistencia de los indios y el favorable terreno para todo movimiento de protesta".
Lo que vendrá a continuar Túpac Amaro, como combatiente, no es sino una tradición de sacrificio heroico de su gente. Un antepasado suyo, el primer Túpac Amaro, murió, en el Cuzco, sufriendo crueles torturas. La historia se repite con una tremenda insistencia de pavor y de escarnio.
Lo que vendrá a continuar Túpac Amaro, como combatiente, no es sino una tradición de sacrificio heroico de su gente. Un antepasado suyo, el primer Túpac Amaro, murió, en el Cuzco, sufriendo crueles torturas. La historia se repite con una tremenda insistencia de pavor y de escarnio.
A comienzos del año de 1780, en Arequipa irrumpe una gran preocupación colectiva. Se habían lanzado nuevos impuestos. Advirtamos la similitud con los episodios del Común en Nueva Granada. El tributo venía con su cohorte de persecuciones, de angustias, de zozobras, Hasta desembocar en el avasallamiento personal, en vista de la incapacidad económica. Era que avanzaba el régimen de la esclavitud en forma aberrante. Las nobles prédicas, y los artículos generosos, no alcanzaban a impedir la tortura del corregidor y del encomendero. Los cholos, los mestizos, los pardos, que estaban excluí dos de ciertos gravámenes, ahora tendrían que ser tributarios. Y como en Nemocón, y en Quibdó y en Guame, y en Simatoca, allá atacaron a los funcionarios fiscales. Se estrellaron contra el símbolo opresor: la oficina de recaudación. Los mestizos se conmovieron con tal audacia que marcharon contra la ciudad. A la vez, en el Cuzco se iniciaba la llamada "conjuración de los plateros", encabezada por Lorenzo Farfán de los Godos y por el indio Bernardo Pumayalli Tambohuasco.
Túpac Amaru, como buen arriero, que ha aprendido a esperar y cavilar, con su ancestro galopando en la sangre, con su matiz de mestizo, con su pasión humanitaria, apela a las reclamaciones pacíficas. Pide que los indios no tengan que cumplir la "mita" en el Potosí. Ya vimos cuál era la causa de la derrota, del sacrificio de toda una población. Ocho millones de hombres se había tragado el socavón. Que es misterio y es leyenda. Que es embrujador y que lleva al agotamiento y la desintegración humana adheridos al hilo frenético y luminoso de la esperanza. La mina tiene un poder de convicción, que somete; y de alegría futurista, que hunde en su padecimiento. El caudillo, entonces, aprovecha la presencia del Virrey Guirior, quien ha entrado a ejercer el cargo en 1776. Habla en representación de varias comunidades. Puntualiza, los conflictos afirmando que no es posible continuar cumpliendo la mita en el Potosí, pues hay una "disminución en el número de los naturales, la gran desproporción entre la cantidad exigida de mitayos y la totalidad de la población, la enorme distancia hasta el lugar de laboreo, la sevicia e inobservancia en el pago del lenguaje proporcional a la distancia que recorrían y al alquiler de los mitayos en provecho de traficantes inescrupulosos". El Visitador Areche opinó que no se debía acceder a esas peticiones. Vuelve nuevamente Túpac a intervenir. La negativa se repite.
Observamos que el redamo tiene un profundo sabor económico y humano. Se está protestando contra un arbitrio excesivo y se asiste a la defensa de la persona humana. Esos enunciados de sus primeras controversias no desaparecerán de la fuerza combativa de Túpac Amaru. Será el norte de su odisea por la libertad americana. Túpac Amaru debe citarse como uno de los grandes precursores de la independencia americana. Porque él planteó la liberación política y la liberación económica. Adjetivos que recorrieron, con su furor, todas las aldeas americanas. Que se fueron convirtiendo en mandamiento. Afirmaciones que se introdujeron al mundo creador de la contienda por la libertad.
El virrey Amat había amortiguado la inclemencia de muchas cargas. Las había suprimido en ocasiones. Areche, en vista de las urgencias fiscales de España, en atención a los apremios de la metrópoli había redoblado sus cantidades. Se acentuaba la rapiña de los funcionarios. El afán de enriquecimiento. El deseo inmoderado de hacer carrera y adquirir preeminencias, a través de expoliaciones y humillaciones a los indígenas. Por ello Túpac decía que se necesitaba el cambio de funcionarios para "cortar el mal gobierno de tanto ladrón".
Túpac Amaru resuelve tomar una iniciativa de acción en favor de sus postulados. Exponerlos con energía y hacer del sentimiento colectivo una bandera. Como buen arriero, conocía en su largo y paciente oficio muchas crónicas. Ellas venían a su memoria, logrando inflamar su espíritu de ardentía revolucionaria. Esta tenía dos direcciones: la primera iba contra las formas socio-económicas que padecían los indígenas. Al efecto, en carta al Visitador Areche, Túpac Amaru le dice: "este maldito y viciado reparto nos ha puesto en este estado de morir tan deplorable con su inmenso exceso". La segunda, pedía ya un régimen político que se ejerciera por personas arrancadas del propio estrato americano.
Lo que solicitaba Túpac Amaru puede sintetizarse así: 1º- Nombramiento de alcaldes mayores, indios; 2º- Extinción de los repartos; 3º- Suprimir algunas contribuciones; 4º- Crear una Real Audiencia en el Cuzco, para que la defensa de los naturales fuese más rápida y efectiva. El problema de los mitayos de Potosí y los sacrificios de los indígenas en el Cuzco, eran suficientes preocupaciones para un individuo atento a interpretar los signos de su pueblo. Estas llamadas hacia la Revolución, ya hemos visto que corresponden a un proceso continuo. Se detienen con mano dura: pero vuelven a resurgir con vigor creciente. Se cobran, en crueldades que levantan aún más la levadura de la indignación interior con saña y cobardía que repudia toda concepción humana. Siguiendo la lectura de las cartas, de los documentos que Túpac Amaru dejó, comprendemos aún más el significado social y económico de sus juicios. El significado de precursor de Independencia que tiene su gesta, no puede ser olvidado continentalmente. Cuando Sim6n Bolívar estaba triunfante, Juan Francisco Túpac Amaru, hermano del caudillo y su compañero en la revuelta de 1780, quien estuvo preso en Madrid por más de veinticinco años por tal causa, le escribía unas letras que reviven el sentido evidente de la revolución.
"Si ha sido un deber de los amigos de la Patria de los Incas, 0uya memoria me es la más tierna y respetuosa, felicitar al Héroe de Colombia y Libertador de los vastos países de la América del Sur, a mí me obliga un doble motivo a manifestar mi corazón lleno del más alto júbilo... cuando he sido conservado hasta la edad de 86 años, en medio de los mayores trabajos y peligros de perder mi existencia, para ver consumada la obra grande y siempre justa que nos pondría en el goce de nuestros derechos y nuestra libertad; a ella propendi6 D. José Gabriel Tupamaro, mitierno y venerado hermano, mártir del imperio peruano, cuya sangre fue el riego que había preparado aquella tierra para fructificar los mejores frutos que el gran Bolívar había de recoger con su mano valerosa y llena de la mayor generosidad".
Debemos recurrir a Valcárcel, que nos ha servido de guía en estas notas. En su enfoque sintético, hallamos que la polémica tiene un claro origen popular. No es más que el obedecimiento a un clamor de la agonía del pueblo:
"Los Virreyes de Lima y Buenos Aires pronunciaron sendas opiniones sobre los motivos de la rebelión. Jáuregui cree ver el origen de las revueltas en el exceso de los repartos, en el agobiante trabajo de las minas y obrajes, recargos en los impuestos o creación de otros desagradablemente novedores, el estado de barbarie entre indios que los hacían propensos a creer en las promesas más ilusorias y lo indefensas que se encontraban las provincias del interior. Vértiz afirmaba, en 1780, que la opresión y codicia de las autoridades había colaborado en forma decisiva al estado de agitaci6n general, y al año siguiente sostenía de manera explícita, como verdaderos motivos: los excesos en los repartos, mitas, impuestos excesivos, no habiendo "influido menos la novedad de empadronar los cholos y los zambos".
La importancia de Túpac Amaru reside en haber interpretado, a cabalidad, los sueños de su gente. En no haberlos abandonado. Su actitud no es providencial, pues sólo obedece a la formación del verdadero héroe, que busca integrar, por diversos medios, esa ansia colectiva de tener una nacionalidad. Su propia nacionalidad. El 4 de noviembre de 1780 se realiza una fiesta en Yanacoa. Asisten el corregidor Arriaga y Túpac Amaru. Este espera, entre Yanacoa y Tinta, al corregidor. Allí lo arresta. Arriaga fue condenado a la horca, "como represalia a sus repartos excesivos y a la crueldad usada en las cobranzas contra los indios". Después del entierro, Túpac arenga a la multitud. Habló con acento de caudillo y descubrió la raíz económica de su querella: destacó lo mal que "vivían por los repartos mercantiles, la mita, los obrajes y las innumerables cargas que los abrumaban"
No es posible olvidar una página importante dentro de la historia de la esclavitud americana. El 16 de noviembre de 1780, Túpac Amaru, para atraer grupos nuevos, proclama la libertad de quienes se le adhieren: "Aunque sean esclavos a sus amos con aditamento de que quedarán libres de la servidumbre y esclavitud en que estaban". Este mismo sistema de atracción lo repetirá José Antonio Galán, por la misma época. Las causas iban apareciendo todos los días más reiteradas. Se hacía hincapié en dos aspect06 fundamentales: cambiar las autoridades y rebajar, para esa masa anónima, las cobranzas y evitar los trabajos de servidumbre.
Esas declaraciones despertaron el fervor revolucionario, que estaba latente. En trescientas leguas a la redonda la palabra libertad fue ampliándose, golpeando el corazón de esperanza. Túpac Amaru inicialmente tuvo un éxito militar en Sangarara. El terror tenía asiento en el revuelto Cuzco. Pero el conductor no aprovechó la oportunidad para someter la ciudad más importante. Al contrario, trató de imperar en otras villas, para luego invadirla. Grave error de táctica, pues mientras tanto se lograron refuerzos, y Cuzco dejó de estar en la defensiva para tomar una actitud ofensiva. La victoria de Túpac Amaru era aparentemente fácil, lo cual es natural si no se olvida que la población sentía como suyas todas las exigencias que él predicaba. Túpac no las había inventado. Apenas había advertido la angustia colectiva, y 'la había levantado como bandera. No era un candillo que obedecía a poderes ocultos y misteriosos. Era, únicamente, un hombre que confundía su ansiedad con la agonía de su pueblo. Y que entendía que un nuevo pulso tenía la corriente de la sangre en las venas mestizas.
No debemos olvidar aquí a doña Micaela, que fue esposa y camarada en la brega revolucionaria de Túpac Amaru. Ella, con visión aguda, solicitaba un ataque inmediato. Un asedio, hasta la rendición del Cuzco. El jefe no escuchó esa admonición entrañable. Pero doña Micaela, que es un nuevo blasón de las mujeres americanas, estuvo a su lado en la batalla. Con una lealtad que estremece por su fidelidad. Ella atendía a la recaudacion de dineros. Con su carácter enérgico, infundía nuevos arrebatos al jefe de la revolución. Con sus mensajes, indicadores de aguda y penetrante conciencia, va señalando imprudencias que se deben corregir: frentes que se deben atender: sitios que se deben vigilar. Con una intuición maravillosa va enunciando lo que se debe evitar. Doña Micaela es legendaria, además, por Su valor. Al momento de la muerte, no hubo posibilidad alguna de que sus labios sirvieran para la delación, ni para decir apellidos amigos, ni para pedir perdón, Inclusive cuando sus verdugos la iban a sacrificar, no pudieron abrirle la boca para cercenarle la lengua. Sólo cuando murió se la mutilaron. En esa forma querían significar que la lengua que infundió fe; que llamó con adjetivos que daban orientación creadora; que enumeró las frases que destruyen una tradición, no podía pronunciar hechos, apelativos, sitios que eran ya patrimonio de la leyenda. Doña Micaela queda, a la par de Manuela Beltrán, como otro símbolo de la revolución americana. En este continente siempre se ha recibido el impulso de las mujeres anónimas; de las madres silenciadas que inclinan a sus hijos a1 combate; de las esposas y novias que alimentan de decisión la lucha. Doña Micaela destaca el sentido previsor de la mujer americana. Es la hembra que con amorosa dedicación, intuye los sig¬nos dispersos que amenazan a su varón. La paciente y constante deidad que inclina su ojos, en silencio, indicando en dónde están la injusticia y el dolor. Y por donde es que ronronean palabras de traición. Por dónde caminan, emponzoñadamente, la delación y la cobardía. Ella es el sexto sentido de la revolución de las gentes del común.
Debemos registrar, en este breve estudio sobre la Revolución de Tinta, los capitanes que fueron fieles a Túpac Amaru: Diego Cristóbal, Ramón Ponce, Nicolás Sanca, Andrés Ingaricona, Felipe Bermúdez, Tomás Parvina, Juan de Dios Valencia, Antonio Bastidas y Pedro Mendigure. Cada uno fue soberbio y altivo. Ninguno, como buenos mestizos de origen indígena, delató al caudillo. Ni incumplió sus órdenes. Ni olvidó sus consignas. Cada uno renovaba su pasión libertaria en cada amanecer. Al calor del fuego del hogar improvisado en el vivac guerrero, repetían las frases de Túpac Amaru. Y las volvían consigna de libertad y esperanza. Reciamente laboraron, sin pensar que estaban abriendo, como precursores, el camino de la independencia americana. Y lo hicieron anónimamente, sin aspavientos grandilocuentes, porque cumplían lo que soñaba el pueblo. Y ellos mismos eran el pueblo americano.
En carta del 3 de enero de 1781, Túpac Amaru puntualizó sus pedimentos. Inmediatamente Se rechazaron. Pero años más tarde, Carlos In, interpretando ese mensaje lejano de América, consciente o inconscientemente, hizo una serie de reformas que coincidían con el acento humano que atravesaba los reclamos del jefe indígena. Su revolución tenía tal respaldo multitudinario, y el valor de independencia económica, que para contenerlo, el Virrey Jáuregui, el 7 de diciembre de 1780, decretó la abolición de los repartos. De esa manera se trataba de invalidar la acción revolucionaria de Túpac. Cuando éste fue vencido en el Cuzco, y dominada Tinta, las autoridades aseguraban el indulto a quienes se entregaran y revelaran personas que hubieren estado comprometidas en las montoneras. Pero especialmente anunciaban que serían eximidos de los repartos, del impuesto de aduanas, de las alcabalas y de los servicios odiosos. Estos falaces ofrecimientos ponen, en evidencia, cómo la controversia económica de América tenía ejes comunes, con enunciados idénticos, pues el tratamiento político y socio-económico era el mismo en todos los territorios. Ese es el sentido continental de la revuelta. Arranca también, el natural impulso para explicarnos, más tarde, la generalidad del afán emancipador en este continente. El dolor y la zozobra colectiva eran los mismos. Continentales, en ese instante histórico, eran la servidumbre economica y la opresión política.
Todas esas ofertas coinciden con lo que pedía y solio citaba la revolución. "Las autoridades efectuaban concesiones en los momentos de peligro, para invalidarlas calladamente mando llegaban tiempos de normalidad". Pero después vienen las retaliaciones; la traición a esos indicios de benevolencia. El mismo fenómeno operado después de la firma de las capitulaciones con los Comuneros de Nueva Granada. Y se vigorizó, como en Nueva Granada también, el régimen de persecuciones sistemáticas. Siguiendo la trayectoria político-cultural de España, se avanzó contra todo aquello que despertase la emoción del antiguo brillo de la raza indígena. Uno de los aspectos de la conquista española, muy interesante por cierto para descubrir nuestro coloniaje mental, es el de haber impuesto unos valores culturales, aboliendo los que aquí apuntaban con signos de perdurabilidad. Leopoldo Zea sintetiza el fenómeno en palabras felices:
"En el campo cultural España impone a la América una filosofía que es propia del mundo que ha sido puesto en crisis: la escolástica. Pero no es ya la filosofía escolástica creadora de un Tomás de Aquino, ni tan siquiera la renovada filosofía de un Suárez. La filosofía que se impone oficialmente en estas tierras de América es una filosofía anquilosada, endurecida en la defensa de los intereses y fines del Mundo medieval en pugna con el modernismo. Ya no es la filosofía creadora de un orden ecuménico, sino la defensora de un orden que se derrumba en torno suyo. Ya no afirma creando, simplemente se conforma con decir "no" a todo lo contrario al orden de que es una expresión".
"La idea de orden medieval creada por la escolástica será impuesta en la mente de los americanos de esta parte de América bajo su dominio. Con esta idea se impuso también el respeto y sumisión al orden teocrático representado por España. Se estableció un modo de pensar de acuerdo con el cual se formaron súbditos fieles de la teocracia española y creyentes, no menos fieles, del credo que la justificaba. El Santo Oficio cuidaba muy bien de que el orden mental impuesto no fuese alterado. De esta tutela habrán de surgir también muchos de los complejos que aquejarán al americano".
Pues bien: en 'ese momento, los españoles recuerdan que es bueno y conveniente impedir toda posibilidad de que los símbolos americanos insurjan con su oculto mensaje. Ellos en el fondo saben que no han podido desterrar los mandatos íntimos de este conglomerado. Por ello vuelven a hacer caer silencio y sombras sobre sus valores anteriores: "El Orden de la Colonia depende. así, de un orden mental, previo". Vienen las nuevas censuras:
1º Se prohibió recibir informes sobre la descendencia de la antigua nobleza incaica;
2º No podían agregar el término "inca" a su firma;
3º El cargo de cacique pasó de hereditario a personal;
4º No podían usar sus vestidos, sino los modelos españoles;
5º No debían llevar vestiduras reales en sus festividades; ni vestidos negros por los muertos que pro¬dujo la conquista, que "ellos tiene por fatal y nosotros por feliz";
6º Quitaron todos sus retratos y los de sus antepasados;
7º Se impidió el uso de los pututos "o caracoles marinos de un sonido extraño" y lúgubre con que anuncian el duelo y la "lamentable memoria" de su antigüedad;
8º No admitieron las fábricas de cañones y pólvora;
9º Quedaban excluídos de sus lecturas los libros de Bartolomé de las Casas; la historia americana de Robertson; los "Comentarios Reales" de Garcilaso Inca de la Vega.
Luego principiaron los arrasamientos, los encarcelamientos, las muertes. Y el cobro de los mismos impuestos; la obligación de cumplir las encomiendas; la temeraria necesidad de ir a la mita minera y agrícola. Pero el movimiento de Túpac Amaru no fue detenido, Vencido guerreramente, sí. Pero no destruí do intelectualmente. Más tarde algunos de sus postulados se conviertieron en reformas. Pero no sólo ello: las aduanillas mentales no lograron detener su avance hacia la historia de la independencia ame¬ricana. Era una luz en medio de la sombra que se erguía por sobre nuestro suelo.
Túpac Amaru fue arrestado por traición de un antiguo compañero. Pero las banderas continuaron en otras manos. Ya sin el éxito y vigor de las horas iniciales. Pero no se arriaron. Esa protesta continúa oscura, subterráneamente, alimentando el futuro. El 14 de abril llegó al Cuzco Túpac Amaru. En una mula venía cargado de cadenas, Hubo un juicio. El visitador Areche le prometía disminuir la pena si delataba a sus amigos. Su reciedumbre interior le impedía denunciar a quienes le habían sido fieles, Acosado por la intriga, por la simulación, por la perfidia oficial que aparecía en zalamerías y en el anuncio de retribuciones concupiscentes al obtener su apostasía, contestó al visitador Areche con un gesto de afirmación humana y de fidelidad al pueblo:
"Aquí no hay más cómplices que tú y yo; tú por agresor, y yo, por libertador, merecemos la muerte".
El 15 de mayo la sentencia ordenaba el "descuartizamiento en vida para el jefe principal, mutilaciones y pena de muerte para los otros reos, amén de otros castigos". Areche se confesó, comulgó y oyó misa por los condenados y por su salvación. El que reza y peca empata, pensaría.
Berdejo, Castelo, Bastidas y el esclavo Oblitas fueron ahorcados, Hipólito, hijo mayor de Túpac y su anciano tío don Francisco, sufrieron igual castigo y les cortaron la lengua. A la cacica Condemayta le dieron garrote hasta producirle la muerte. Túpac Amaru, su esposa y su hijo menor Fernando, contemplaban las ejecuciones. A Túpac Amaru lo ataron de pies y manos, y cuatro jinetes se dispersaron, a velocidades fantásticas, hacia los cuatro puntos cardinales. El Caudillo, el jefe, el precursor quedó en el aire, "remedando una araña gigantesca".
Pablo Neruda, en su "Canto General", dejó consignada su enseñanza y su ejemplo. Y nos dijo, con honda emoción americana, que su nombre se confunde con la tierra:
2º No podían agregar el término "inca" a su firma;
3º El cargo de cacique pasó de hereditario a personal;
4º No podían usar sus vestidos, sino los modelos españoles;
5º No debían llevar vestiduras reales en sus festividades; ni vestidos negros por los muertos que pro¬dujo la conquista, que "ellos tiene por fatal y nosotros por feliz";
6º Quitaron todos sus retratos y los de sus antepasados;
7º Se impidió el uso de los pututos "o caracoles marinos de un sonido extraño" y lúgubre con que anuncian el duelo y la "lamentable memoria" de su antigüedad;
8º No admitieron las fábricas de cañones y pólvora;
9º Quedaban excluídos de sus lecturas los libros de Bartolomé de las Casas; la historia americana de Robertson; los "Comentarios Reales" de Garcilaso Inca de la Vega.
Luego principiaron los arrasamientos, los encarcelamientos, las muertes. Y el cobro de los mismos impuestos; la obligación de cumplir las encomiendas; la temeraria necesidad de ir a la mita minera y agrícola. Pero el movimiento de Túpac Amaru no fue detenido, Vencido guerreramente, sí. Pero no destruí do intelectualmente. Más tarde algunos de sus postulados se conviertieron en reformas. Pero no sólo ello: las aduanillas mentales no lograron detener su avance hacia la historia de la independencia ame¬ricana. Era una luz en medio de la sombra que se erguía por sobre nuestro suelo.
Túpac Amaru fue arrestado por traición de un antiguo compañero. Pero las banderas continuaron en otras manos. Ya sin el éxito y vigor de las horas iniciales. Pero no se arriaron. Esa protesta continúa oscura, subterráneamente, alimentando el futuro. El 14 de abril llegó al Cuzco Túpac Amaru. En una mula venía cargado de cadenas, Hubo un juicio. El visitador Areche le prometía disminuir la pena si delataba a sus amigos. Su reciedumbre interior le impedía denunciar a quienes le habían sido fieles, Acosado por la intriga, por la simulación, por la perfidia oficial que aparecía en zalamerías y en el anuncio de retribuciones concupiscentes al obtener su apostasía, contestó al visitador Areche con un gesto de afirmación humana y de fidelidad al pueblo:
"Aquí no hay más cómplices que tú y yo; tú por agresor, y yo, por libertador, merecemos la muerte".
El 15 de mayo la sentencia ordenaba el "descuartizamiento en vida para el jefe principal, mutilaciones y pena de muerte para los otros reos, amén de otros castigos". Areche se confesó, comulgó y oyó misa por los condenados y por su salvación. El que reza y peca empata, pensaría.
Berdejo, Castelo, Bastidas y el esclavo Oblitas fueron ahorcados, Hipólito, hijo mayor de Túpac y su anciano tío don Francisco, sufrieron igual castigo y les cortaron la lengua. A la cacica Condemayta le dieron garrote hasta producirle la muerte. Túpac Amaru, su esposa y su hijo menor Fernando, contemplaban las ejecuciones. A Túpac Amaru lo ataron de pies y manos, y cuatro jinetes se dispersaron, a velocidades fantásticas, hacia los cuatro puntos cardinales. El Caudillo, el jefe, el precursor quedó en el aire, "remedando una araña gigantesca".
Pablo Neruda, en su "Canto General", dejó consignada su enseñanza y su ejemplo. Y nos dijo, con honda emoción americana, que su nombre se confunde con la tierra:
Condorcanqui Túpac Amaru,
sabio señor, padre justo,
viste subir a Tungasuca
la primavera desolada
de los escalones andinos,
y con ella sal y desdicha,
iniquidades y tormentos.
Señor Inca, padre cacique,
todo en tus ojos se guardaba
como en un cofre calcinado
por el amor y la tristeza.
El indio te mostró la espalda
en que las nuevas mordeduras
brillaban en las cicatrices
de otros castigos apagados,
y era una espalda y otro espalda,
toda altura sacudida
por las cascadas del solloza.
Era un sollozo y otro sollozo,
Hasta que armaste la jornada,
de los pueblos color de tierra,
recogiste el llanto en tu copa
y endureciste los senderos.
Llegó el padre de las montañas,
La pólvora levantó caminos,
y hacia los pueblos humillados
llegó el padre de la batalla.
Tiraron la manta en el polvo,
se unieron los viejos cuchillos,
ya la caracola marina
llamó los vínculos dispersos.
Contra la piedra sanguinaria,
Contra la inercia desdichada,
contra el metal de las cadenas.
Pero dividieron tu pueblo
y al hermano contra el hermano
enviaron, hasta que cayeron
las piedras de tu fortaleza.
Ataron tus miembros cansados
a cuatro caballos rabiosos
y descuartizaron tu luz
del amanecer implacable.
Túpac Amarú, sol vencido,
desde tu gloria desgarrada
sube como el sol en el mar
una luz desaparecida.
Los hondos pueblos de la arcilla,
los telares sacrificados,
las húmedas casas de arena,
dicen en silencio: "Túpac",
y Túpac se guarda en el surco,
dicen en silencio: "Túpac",
y Túpac germina ,en. la tierra.
Fuente: http://www.bicentenariodelasamericas.org
sabio señor, padre justo,
viste subir a Tungasuca
la primavera desolada
de los escalones andinos,
y con ella sal y desdicha,
iniquidades y tormentos.
Señor Inca, padre cacique,
todo en tus ojos se guardaba
como en un cofre calcinado
por el amor y la tristeza.
El indio te mostró la espalda
en que las nuevas mordeduras
brillaban en las cicatrices
de otros castigos apagados,
y era una espalda y otro espalda,
toda altura sacudida
por las cascadas del solloza.
Era un sollozo y otro sollozo,
Hasta que armaste la jornada,
de los pueblos color de tierra,
recogiste el llanto en tu copa
y endureciste los senderos.
Llegó el padre de las montañas,
La pólvora levantó caminos,
y hacia los pueblos humillados
llegó el padre de la batalla.
Tiraron la manta en el polvo,
se unieron los viejos cuchillos,
ya la caracola marina
llamó los vínculos dispersos.
Contra la piedra sanguinaria,
Contra la inercia desdichada,
contra el metal de las cadenas.
Pero dividieron tu pueblo
y al hermano contra el hermano
enviaron, hasta que cayeron
las piedras de tu fortaleza.
Ataron tus miembros cansados
a cuatro caballos rabiosos
y descuartizaron tu luz
del amanecer implacable.
Túpac Amarú, sol vencido,
desde tu gloria desgarrada
sube como el sol en el mar
una luz desaparecida.
Los hondos pueblos de la arcilla,
los telares sacrificados,
las húmedas casas de arena,
dicen en silencio: "Túpac",
y Túpac se guarda en el surco,
dicen en silencio: "Túpac",
y Túpac germina ,en. la tierra.
Fuente: http://www.bicentenariodelasamericas.org